Si la felicidad de un país se midiera por la sonrisa de sus habitantes, Filipinas ocuparía probablemente uno de los primeros puestos en el ranking. En este país formado por más de 7000 islas todo el mundo tiene una sonrisa amplia, bonita y sobretodo muy sincera. A pesar de la pobreza, extrema en algunos casos, los filipinos son ricos porque que poseen un corazón de oro.
Si nos habéis estado siguiendo durante estos últimos meses ya os habréis dado cuenta de que los dos nos enamoramos del país y de sus gentes poco después de pisar tierra firme. Y es que es tan fácil dejarse llevar por la sonrisa filipina… Una sonrisa que por desgracia desaparece a menudo en las grandes ciudades como Cebú o Manila, donde las penurias arrastran a sus habitantes (especialmente a los niños) a una situación vergonzosa. En Filipinas aprendimos la diferencia entre pobreza y miseria. Sin embargo, en esta entrada no queremos hablaros de penurias, sino de alegrías, de sonrisas, de gente amable y generosa. Así es la gente de las islas filipinas, así es la gente de Bantayán.
Llegamos a Bantayán desde Cebú City tras unas cuantas horas de viaje, primero en jeepney, luego en bus y finalmente en ferry. En el viaje conocimos a Guilherme y Renata de Nasci pra viajar y después de un rato buscando alojamiento juntos por Santa Fé decidimos quedarnos todos en los “Bantayan Cottages”, regentados por Marilin y sus chicas. Ellas nos recomendaron por primera vez el MJ Square, una plaza llena de restaurantes, recién inaugurada y donde iríamos a comer y cenar el resto de nuestra estancia en Santa Fe.
Si nos pedís consejo, os recomendaremos sin dudarlo ni un segundo el restaurante Chef Panyang donde se pueden degustar especialidades filipinas por muy buen precio y si tenéis suerte y Lindon, el jefe, está por el barrio os invitará sin duda a una cerveza.
Fuente: Nasci pra viajar
Podríamos hablar durante horas de la gente de esta isla, de los camareros del Chef Panyang, de Loreto, de Marilin, de Fátima (a la que conocimos tras una gran actuación de karaoke) que son responsables directos de que nos hayamos enamorado de la isla y su gente. ¡Íbamos para tres días y prolongamos nuestra estancia a una semana!
La isla tiene muchos otros encantos además de sus habitantes, como sus largas playas solitarias de aguas turquesas, sus pequeños pueblos rurales, sus paisajes tropicales de manglares y palmeras... Una visita imprescindible es la paradisíaca Virgin Island, una pequeña isla enfrente de Santa Fe en la que se puede disfrutar de bonitas playas, comer una magnífica barbacoa y hacer snorkel.
Lo mejor es organizar la excursión por cuenta propia con alguno de los pescadores del pueblo. Nosotros fuimos con el capitán Polok y su hijo, el grumete.
Fuente: Nasci pra viajar
La isla está deshabitada y protegida (o privatizada, según se vea) y se accede previo pago de 500 pesos por pareja (más 100 por cada persona extra).
Después de un par de días de descanso y playa, decidimos cambiar la toalla por la moto y salir junto a Guilherme y Renata a descubrir la isla. Siguiendo la carretera que se dirige al norte de la isla descubrimos lugares inolvidables, pueblecitos dónde vive la gente más humilde pero a los que no les falta la sonrisa en el rostro ni por un segundo. En ese recorrido paramos en el Parque Natural Batayán y pudimos bañarnos en una cueva y hasta en una piscina. Antes del atardecer llegamos a Madridejos, en la punta norte de la isla, y para nuestra sorpresa estaban preparando las fiestas de la Inmaculada así que había muy buen ambiente, con música, niños bailando, mercadillos y banderines. Si uno pasa por Madridejos no debe irse sin visitar el fuerte de Kota y ver la puesta de sol desde el paseo que hay sobre el mar.
La sonrisa filipina más sincera
La entrada al parque cuesta 200 pesos. Si lo que quieres es darte un baño en una cueva, pregunta a los lugareños, muy cerca hay otra en la que te puedes bañar por 20 pesos.
Jugando en el paseo de Madridejos
Como un día no nos alcanzó par ver toda la isla, negociamos para alquilar la moto un día más y fuimos a descubrir el sur de la isla y su capital, también llamada Bantayán. La ciudad tiene una bonita iglesia, que se puede visitar pero realmente a lo que uno va allí es a hacer recados, como ir a una farmacia o a sacar dinero. En el camino de Santa Fe a Bantayán hay alguna calita solitaria donde darse un agradable baño. No obstante, os recomendamos pasar por los pueblos y conocer a sus gentes. Fue así cómo nosotros conocimos a Loreto, de la que ya os hablamos en una entrada anterior y cómo descubrimos OMAGIECA, el proyecto de recuperación de los manglares, cuyo objetivo es recuperar este ecosistema tropical y con ello reactivar la pesca y la economía de las comunidades locales.
Ya conocéis el dicho: no todo el monte es orégano. Las islas filipinas sufren desafortunadamente las inclemencias meteorológicas típicas de la zona, y no hablamos solamente de lluvias o monzones, sino de huracanes y tifones. En nuestra ruta en moto por la isla también pudimos ver los estragos causados durante la última gran catástrofe, el paso del huracán Yolanda en 2013 que devastó la isla de Bantayán, así como otras zonas del país dejando miles de muertos y gente sin hogar. Aunque aún les queda un largo camino hasta que consigan reconstruir todo lo perdido, lo que no pierden es la sonrisa y eso es algo admirable.
La escuela de Santa Fe que está siendo reconstruida
Nunca se nos olvidarán los niños de Bantayán que aparecen por todos lados siempre dispuestos a contarte las cuatro palabras de inglés que conocen y regalarte la mejor de las sonrisas. Esa es la imagen que uno se lleva de la isla. Al releer nuestro diario de los días que pasamos allí nos damos cuenta de lo bien que estábamos y que estos bonitos recuerdos no son fruto de la memoria selectiva, sino de la de una realidad que nos demuestra que uno puede ser feliz con poco.
Ahora, sentada en una playa paradisíaca en Tailandia, siento que falta algo… y es que hecho de menos esa sonrisa, esos grupos de niños risueños que aparecen por todos lados en las islas filipinas. El que puso a Tailandia el nombre de “país de las sonrisas” no había estado nunca en Bantayán.
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DATOS ÚTILES
Cómo llegar: la forma más habitual de llegar a la isla es en ferry desde Hagnaya que te dejará directamente en Santa Fé. Sale unas tres veces al día y cuesta 170 pesos. Si como nosotros vienes desde Cebú, para llegar a hasta el puerto de Hagnaya tienes que tomar el autobús desde la Terminal Norte de Cebú. Hay un par de compañías que hacen el trayecto y los precios varían dependiendo de si tienen aire acondicionado o no. Nosotros pagamos 132 pesos sin A/C.
Dónde dormir: en Santa Fe hay muchos alojamientos y para todos los bolsillos. Al llegar al puerto lo normal es que los conductores de triciclos se ofrezcan a llevaros hasta un alojamiento si no tenéis. Nosotros nos alojamos en Bantayan Cottages y pagamos 650P. Creemos que lo mejor es llegar a la isla preguntar en varios, de esta forma además de verlos puedes negociar directamente el precio en lugar de pagar por adelantado.
Dónde comer: como ya mencionamos antes MJ square es nuestro lugar favorito. Además por los alrededores varios restaurantes de todo tipo, incluyendo varios de comida occidental. Si quieres comer super barato busca alguna de las eateries locales o en los puestos callejeros. ¡Y no puedes irte sin probar la banana frita!